Irreprimible

Me pasa por juntarme con viejos.

Necesitaba interrogar a algún viejo, por motivos que no voy a nombrar
acá, no corresponde, y me puse a buscar a algún viejo admirable. Casi
todos mis viejos admirables, o eran profesores o estaban ligados de
algún modo a la educación o al conocimiento.

Si hubiese tenido una libreta negra con sus nombres, hubiese tenido
que tachar sus nombres uno por uno. Perdí la costumbre de ir a ver a
la gente hace un par de años. Ahora salí de mi agujero y me encuentro
con que a todos se les dió por morirseme. Como es típico mío, fuí el
último en enterarme. No sé si fuí excluido por los familiares , o
simplemente no sabían que existía. De los alcanzables, la última era
una monja bastante chúcara, con un vocabulario tan extranjero como su
feminismo clerical. El fin de semana me dí un viaje para pasar a verla
(interrogarla), y la sor que me dió la noticia dijo, literalmente «Se
murió el año pasado y debe haber caído derechito en el infierno».

Para variar, los buenos viejos duran poco. Si quieres vivir harto,
hay que ser un hijo de puta, y que me perdonen los verdaderos hijos de
puta por la ofensa.