La gata de la casa, parió un par de pares de animales, y luego desapareció. Dos machos y dos hembras. Las hembras fueron regaladas, y los machos quedaron adornando el patio. No hacen mucho en todo el día excepto dormir y perseguirse el uno al otro. Aún no llegan a la edad en que empiezan a patrullar los techos a buscar gatas, y creo que no llegarán a este paso.
No los acaricies nunca. Lo hice hoy. Empezaron a ronronear, como motores de alguna fábrica subterranea, de manera desesperada, casi en frenesí. Uno de ellos me tomó una mano con su pata, y me clavó las garras sin ningń atochamiento. La arrastró a su boca, y empezó a morderme los dedos, en un principio, y luego a devorarlos. El otro le imitó, mascando mi índice y arrancándome pequeños trozos de carne y sangre. Ambos tenían las bocas teñidas rojas, ronroneando mientras me devoraban la mano.
No puedo decir que no me quieren, a pesar de que me quieran comer. Quizás es precisamente porque me quieren devorar que me tienen afecto. Porque la diferencia entre querer devorar, y sentir afecto, es muy poca.
2 comments:
Cuando José era chico, solía rasguñarme y morderme también. Me acuerdo que llegaba a clases con las manos hechas pedazos, todas rasguñadas y mordidas. Pero me gustaba porque era su manera de decirme que le agradaba.
Notable el tilde en la "n".
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Gatos. ¿Gatos?... ¿qué gatos?...
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