Irreprimible

Gatas, cajas de cartón y sus vidas. 1° de abri del 2006

Les puse una pequeña caja de cartón a las gatas del patio, para que durmiesen, se entretuviesen, o jugasen a las casitas, que sé yo. Lo primero que hicieron (todas ellas) fue arrojarse de cabeza al interior del rincón de cartón. No hay felino que se sustraiga a ese placer. Pero, no pasaron ni cinco minutos y ya se estaban peleando la posesión de la maldita caja. Arañazos, bufidos, amenazas maulladas. Cada una tratando de sacar la mayor parte posible y de dejarle la menor parte posible a las demás según sus capacidades. Y yo les puse la caja a todas ellas.
Hay un gato, o gata más pequeño, aún está mamando. Todas las gatas le golpean y se desquitan con él, incluso su propia madre. Yo no fuí capaz de darme cuenta de cuál de todas las gatas era la mamá, hasta cuando fue a mamar con una que tiene una patrón de máscara en la cara.

Hay tantas cosas que desearía escribir siempre, tener una vocecita que me permita susurrarles a ustedes*, y tener un oído que me permita escucharles siempre. Mucha gente cree que me interesa mucho la filosofía, pero, en realidad, me interesa conocer. Conocer a las personas. La gente me importa muy poco. Cada vez que encuentro una persona, se va a mi messenger. Mi messenger tiene muchas personas. Es imposible no quererlas. Adorar esa alma que se transluce en letras Time New Roman, de manera inconsistente siempre. No hay nada consistente en esta vida, ¿verdad?. Yo no sé si existirá un Dios, y especialmente en la internet. Pero me he encontrado verdaderos ángeles, de alas atrofiadas. Todos son caídos, a su forma.
¿Y porqué a messenger? Porque no encuentro de esas personas en los múltiples lugares donde vivo. No trato de decir que no existan, pero, no puedo toparme a los ángeles locales. Bien por horario, bien por distancia. Messenger está siempre cerca. Además, es más barato que todas esas llamadas largas distancias. Cuando trabajo, suelo gastar más de cinco USD en llamadas por fin de semana. Gran parte de las veces, llamo para saber cómo estás. No eres la única persona a quién llamo. Intento llamar mucho a otra persona que me interesa, y quiero bastante, pero, siempre me sale el buzón de voz. Un buzón de voz que no llenaré. Sé que posiblemente no prenda su celular ya siquiera. La soledad más fuerte debe ser aquella que se toma por voluntad propia.

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