Irreprimible

Laicos, 13 de abril del 2005

El gran pulpo se retuerce; tiene hambre. Hace ya muchos años atrá, en una tierra muy, muy lejana, érase una vez un gran dios. No estoy muy seguro de cómo empezó; quizás sólo asombró a los hombres sencillos con su grantamaño e inteligencia, y estos pobres tipos queno fueron nuestros antepsasados estuvieron dispuestos a todo con ta de agradar a su nueva deidad. Incluso el alimentarlo con su propia vida. A cada vida humana que tomaba, se hacía un poco más inteligente, y un poco más grande. La voz corrió, y empezó a llegar gente de todas partes del mundo a adorar y a saciar la sed de carne humana del "Gran Dios Pulpo". Le construyeron un templo enorme, donde estuviera cómodo. Una gran sala, donde los devotos podrían aprovechar la sabíduría del Gran Dios Pulpo preguntándole los grandes misterios del universo, y respondidas las preguntas el Gran Dios Pulpo podría comérse a los devotos preguntones.
Pero, como era de esperarse, el Gran Dios Pulpo empezó a quedarse sin fieles, ya que por un lado se los iba comiendo (Y cabe añadir que cada día estaba más goloso, gordo y fofo), y por otro era complicado conseguir más fieles que estuvieran dispuestos a sevir de sacrificio a su dios - Incluso empezó una campaña con promotoras pechugonas y rubias, pero la mayoría de los transeuntes o bien las ignoraba, o bien huían espantados cuando llegaban a la parte de "y finalmente unirnos en la gloria al servir de alimento a él", claro que siempre se robaban os dulces que ofrecían- . Como si fuera poco, el Gran Dios Pulpo tuvo que enfrentar la competición por parte de nuevos dioses, igual de sanguinarios pero más prácticos; exigian sacriicios humanos también, pero de "otros" seres humanos, no de sus adoradores. Terminó comiéndose al último de sus seguidores, un anciano de 90 años que ejercía las funciones de pastor, obispo, sumo sacerdote, relacionador público, secretario, contador y junior de la orden, además de conserje.


Y nadie más nunca más adoró al Gran Dios Pulpo, Y este se quedó solo, llorando en su templo, incapaz de salir por su mórbida contextura, exrañando los viejos tiempos en que estaba rodeado de vida. Acompañado únicamente por los frescos del techo que relataban escenas de holocausto humano, casi ahogado por la melancolía. Quizás aún siga ahí, rodeado de fantasmas, extrañamdo los días en que la gente se arrojaba extasiada a su comunión.

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