Irreprimible

Sol, 15 de noviembre del 2005

No me gusta levantarme temprano. Veo el cielo rojizo, las nubes manchando el horizonte, y el sol aparece con paso tímido y un brillo insolente a la vez de detrás de la cordillera. Las aves cantan, se llaman unas a otras. El sol que entra, ignorando la cortina.
Y aparecen los recuerdos, uno demi infancia, muchos de mi adolescencia. De esa época en que si no estabas en la sala a las Ocho y veinte de la mañana te enviaban con el insector, y te llamaban al apoderado que jamás aparecía, esa época en la que nada importaba mucho, pero de todos modos siempre tenía algo de que peocuparte, o lamentarte. Y no siempre eran danderías, a veces eran cosas tan horribles que sólo querías morirte.
Pero fue agradable hacerlo, por esta vez. Quizá fue el recuerdo de mi infancia, esa casa que jamás fue de nadie, y ese sol que jamás ha dejado de aparecer, tímido e insolente, cruzando el cielo de un solo salto.

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